Calle Ferran

La historia de la calle Ferran, abierta en 1824, se caracteriza por haber sido uno de los primeros viales de la ciudad concebido cómo calle comercial. Este nuevo concepto urbanístico, una unidad arquitectónica con edificios de la misma altura, esquinas redondeadas y amplios locales comerciales,  tuvo una muy buena aceptación entre la burguesía barcelonesa del siglo XIX y las tiendas que albergó la calle a mitad de siglo fueron consideradas como las mejores y de más lujo de la ciudad. 

Ferran fue en esta época una gran arteria comercial de Barcelona, elegante al más puro estilo de las grandes vías del Londres o París de ese momento, uno de los pocos lugares donde se podían adquirir productos de importación y exóticos. 

Prestigiosas joyerías, como la Masriera, máximo exponente de la joyería modernista, o la Joyería y plateria Macià, armerías como Can Beristain o la armería Schilling, convivían con la Confitería Libro o la chocolatería Juncosa, en la calle con interiorismos de arquitectos como Puig y Cadafalch o Jujol. En el número 14 de esta calle, se comercializaron por primera vez la monas de chocolate. La prestigiosa Pastisseria Massana, su creadora, fue la qué dió origen a la Escuela Massana ya que el Agustí Massana Pujol, al morir sin descendencia, dejó su patrimonio para dar instrucción a los hijos de los obreros en esta escuela que después sería uno de los centros de enseñanza artística más importantes de Barcelona.

Aquí se instalaron  algunos de los primeros Irish Pubs de la ciudad y también las primeras cadenas de comida rápida, pero la calle Ferran sigue manteniendo tiendas de comercio local tan apreciadas por los barceloneses cómo Bellas Arts Ferran, Bolsos Guido o Calpa.